miércoles, 30 de marzo de 2011

Un poco de mi vida







AUTOBIOGRAFÍA


Si estar enamorado es poner la pasión envuelta en llamas candentes, hirviendo en el cielo, cayendo en forma de granizo sobre la tierra y que cada golpe de agua me recuerde que en el cielo estás tú, y yo en el infierno padeciendo por ti, entonces te quiero.  Sólo un comentario de mi alma herida por la frialdad del tiempo, solo eso. Tiempo que pasa cada vez más rápido esperando que llegue el momento donde los recuerdos queden grabados en algo más que la memoria, mi autobiografía comienza con aquello que me gusta, escribir. La primera frase me aguarda, me espera, está allí jamás se irá; de igual modo las fotos que hablan por mí cuando aún era muy pequeño y la noción de existir es una compleja imagen.

¿Por qué la noción de existir?, es cómico observar una foto de cuando tenías un año de edad, en el primer cumpleaños, y ver que apareces mordiendo un ponqué más grande que tú, donde la mordida no se puede notar, es tu padre el que te acerca demasiado al ponqué y te unta la boca de aquella crema que adornaba el bizcocho. No me acuerdo de la marca que quedó en el rostro, es más ni siquiera sé si comí o no, si estaba bueno o muy azucarado, si tomé agua o gaseosa, no me acuerdo de nada. Si no fuera por mis padres en la foto y la evolución de ellas desde que nací hasta que tengo noción de cómo era realmente por recuerdos de mi mente y no por fotos, diría que ese no soy yo, entraría en duda.

Así comienza esta terrorífica pero dulce historia que partió nueve meses antes de respirar aire y de recibir una nalgada, disque para llorar y botar las flemas, un 14 de marzo de 1990 en una tarde soleada, después de almuerzo a eso de la una de la tarde se escuchó un llanto conmovedor en los pasillos del hospital central de Ocaña, sí era yo, recibiendo al mundo no con la mejor cara, y supongo que sin entender por qué me habían traído para consentirme un glúteo.

Me remonto a las fotos que tengo en mi casa y que mis padres cuidan con tanto celo, pues, soy el primero de los tres hijos que tienen. Para tratar de dar sentido a mis primeros años de vida e infancia, pues bien para nadie es un secreto que cuando eres el primer nieto, el primer sobrino, el primer hijo todo es muy bueno, diría excelente, muchos regalos, salidas, comida, cariños, de todo en exceso pero que a un niño jamás cansa.

Viví mis primeros cuatro años en Ocaña pasando de casa de mi abuela a casa del trabajo de papá y luego a una casa con mi madre y padre, una vida un poco agitada, pues con esta economía colombiana que nunca ha cambiado es difícil obtener casa propia de ahí que haya conocido muchas y que aún siga conociendo, pero de eso no todo es malo, eso sí no me aburriré de estar siempre en el mismo lado. Soy un ocañero radicado en Bucaramanga, Santander desde los cinco años y eso a veces me afecta, porque cada vez que vamos a mi pueblo natal a visitar a toda la familia de mi mamá me pierdo, bueno no tanto perderme, pero sí no conocer sitios para pasar la corta instancia, y ¿las tías? Ya tienen hijos, esposo y no soy más el centro de atracción, pasé a tener la responsabilidad de sacar la familia a delante al menos con un título universitario, la única persona profesional en la familia es mi tía Leira y sigo yo.

En Bucaramanga pertenecí a una pequeña parte de la sociedad olvidada para no decir toda, pues salía poco y vivía con mis padres en una habitación pequeña pero acogedora, en mi mente empiezan a aparecer pequeñas imágenes que son gratas y que cada vez que las recuerdo también llega la frase de mi abuelo que nunca olvidaré “Este muchachito va a hacer tremendo, míralo allá va otra vez”, no sé cuántas personas habrán dicho está frase, solo sé que debe ser muy común. Iniciando mi travesía a mis cinco años inicié mis estudios en el jardín infantil “Los tres ositos” donde jamás los vi, no recuerdo que día era pero adivinando un poco supongo que un lunes, mis padres me llevaban con ropa normalita y una lonchera y además un bolso que se aferraba a mi espalda.

Llegué a una casa normal aparentemente, me recibió una muchacha con un delantal, mis padres entraron conmigo y todo era normal, más adelante en la llamada sala encontré más niños unos jugando otros riendo y algunos llorando, no tenía conocimiento de qué pasaba allí, mientras me descuidé un poco, mis progenitores planeaban la peor hazaña que en ese momento conocía, dejarme en ese lugar con desconocidos.

Mi papá se tenía que ir a trabajar eran las siete de la mañana y me regalo un beso cruel en la mejilla, una bendición y un abrazo que contenía demasiado orgullo, tras eso desapareció detrás de la reja de la puerta y se perdió con su perfume, mi madre por otro lado se quedó un poco más y no me despegaba de ella, en el fondo sabía que algo malo iba a suceder si me alejaba de la que me dio la luz de la existencia en esa sala blanca y fría. Llegó lo inevitable mi madre tenía que ir al trabajo eran las ocho y después de muchos años comprendí que lo que llamamos jardín infantil, escuela o colegio o comúnmente conocido como segundo hogar es eso, un hogar un pago para que el niño pueda permanecer en un sitio vigilado, disfrazado de enseñanza, qué si se aprende, sí, pues a la edad de cinco años o seis qué no se aprende.

Bien esa mañana al partir mi mamá derramé una gran cantidad de sal en mi rostro cubriendo mi alma en una temida llamarada de polvo gris que no concebía con nada, lo más parecido a estar desprotegido y solo, representado en cientos de miradas acusatorias y una sonrisa inversa con gritos de desesperación “MAMÁ”, repetía aquella inocente criatura sin cesar. Pasaban las horas y el llanto terminó, pero el cuerpo se sentía vacío la jornada finalizaba a las cuatro y con una lenta pero precisa mirada allí estaba era otra vez mi madre.
La hazaña se repetiría muchas veces un año para ser exactos, claro está lo del llanto se superó a la semana. Hice muchos amigos de los cuales no me acuerdo sino de una amiga bueno tal vez sucedió algo que no sé explicar de ella. Ya sabía escribir un poco deforme tal vez eran jeroglíficos pero sabía escribir y leer como aquel tartamudo de la esquina donde vivía que me vendía dulces y me preguntaba siempre “ómo e ue en a ecuela” con una sonrisa pintada de alegría.

Ahora me acuerdo de mi primera aventura, la primera en mi mente y no la última, en ese jardín infantil, en el patio de la casa, en los juegos escondidos en el barril, mi amiga y yo nos despedíamos algo nos decía que jamás nos veríamos, mientras mis papás recibían las notas finales, y tres menciones de mejor comportamiento, excelentes notas y mejor alumno del año, yo experimentaba la perdida de una gran amiga lo que conocí a mis cinco años como una bipolaridad entre amistad o algo más, pues, aún no me explico por qué ese día en ese barril nos dimos un pico, simplemente rosando los labios y un gran abrazo y las palabras del corazón “Nunca te olvidaré” era extraño y cuánto más lo pienso más extraño lo es.

Y ahí se fue Jesica con su mirada, su voz, su cabello, y que hasta hoy en día no he vuelto a ver. Ese día mi papá nos gastó comida rápida para celebrar, y se sentía orgulloso, qué padre no se enorgullece de los logros de sus hijos, todos aunque a veces no lo exclamen lo sienten.

Llegó navidad y sin comprender muy bien la fecha me decían que el niño Dios me traía un regalo, y sí de hecho siempre me llegaba un regalo, cómo, no sabía y no me importaba pues ya lo tenía, no eran las grandes cosas que les daban a los otros niños que estaban conmigo en esos momentos que generalmente eran los hijos de los amigos o jefes de mi papá, pero quedaba contento, tanto así que los demás infantes venían a decirme que se los prestara que ellos harían lo mismo. No lo hacía mi papá me lo había dado y él era y es mi héroe.

A mis seis años inicié mis estudios de primaria en la escuela Centro Piloto Simón Bolívar, ubicado en el barrio San Francisco en la carrera 20 con calle 10, ahí empecé primaria y lograría muchas metas, la profesora Margarita era la que nos daba todas las materias y soportaba 35 niños a sus 50 años, un poco buena gente y con genio volátil, pero quién no cuando se tienen 35 almas brincando, gritando y de aquí para allá, pues a cualquiera, un recuerdo en mi memoria que nunca olvidaré fue cuando no hice la tarea y la profesora empezó a revisar, en primer lugar recogió los cuadernos los puso en el escritorio y comenzó, yo no tenía nada y una compañerita llamada Diana me la prestó en una hoja, el problema cómo traer el cuaderno, mientras unos alumnos se mordían y la docente intervenía, saqué mi cuaderno, y qué creen se dio cuenta.

El regaño fue enorme, pero comparado con la jalada de la oreja que me imaginó que estiró bastante no hay comparación. Mi amiga intervino y a los dos nos sacó del salón de las orejas dejándonos en la puerta parados hasta que acabara la jornada. Aún me pregunto por qué haría eso Diana, tal vez le gustaba, o quizá le caía bien, o la más probable le gustaban las bromas. En sí jamás lo supe ya que la profesora nos separó y a Diana la mandó para otro salón y en el descanso escasamente la veía pasar.

Un momento ahí no acabó mi paga por no hacer mis deberes, mi papá me enseñó lo importante que es el estudio y lo dolorosa que puede ser la vida o en dado caso como él lo llama, “ser bruto es más difícil que estudiar”, y lo que hasta ahora no había conocido, aquella “verduga” negra de cuero y con una hebilla plateada y brillante en un extremo parecida a la hoz de la muerte, que solo me “educaba” cuando me portaba mal ahora tenía otra labor y posiblemente más acertada en su significación “educar”, ella me educaba cuando no hacía las tareas de la escuela. Mi padre la aprendió a manipular muy bien, no es que la utilizará a cada instante, ahora pienso que fue porque de joven trabajó en el campo cortando hierba, y volvió a coger el tiro.

Desde aquella vez nunca volví a faltar a una tarea, jamás olvidaré esa tarde, que los psicólogos dicen que es maltrato infantil, y que eso crea traumas en los infantes, pues, no creo agradezco cada día de mi vida porque aprendí que la vida no es fácil y cuesta, y en comparación con los jóvenes, adolescentes, infantes, de hoy en día ya gritan a sus padres, y qué hace yo era un niño que sabía que era respeto así fuera impuesto y comparen los años, de ahí el dicho “Todo tiempo pasado fue mejor”; los psicólogos necesitan comer, sino de qué viven, y ya existe un sinfín de traumas. Tengo la oportunidad de trabajar de mesero y comparar la vida desde distintos puntos de vista, he trabajado con gente estrato alto, medio y bajo, y en los tres se presenta un síndrome, un poco menos en el estrato medio, no sé cómo se llama, pero los psicólogos sabrán.

Antes: “- Mijo la comida está servida. – Gracias mamá”. Qué era la comida. Lo que fuese o pudiese darle la madre, tal vez lo que menos le gustaba.”- Gracias mamá”.
Ahora: “- Papito, rey, corazón QUÉ quieres comer, tengo pollito o carne. – Qué, otra vez carne o pollo mamá, no, ya no quiero eso, dame plata o compra una pizza o una hamburguesa y de tal lado. – Bueno papito”. Aún si yo dijera eso en mi casa no me darían nada solo lo que hay, y sé que algunos se sentirán emparentados con lo que menciono. Qué ha pasado, pues, ahora los infantes o adolescentes se sienten defendidos por los psicólogos, porque todo es trauma, muchos trabajos en el colegio, la ropa de mala marca, etc.

Qué falta mano dura, sí, es cierto se ve muy poco. Por eso agradezco a mi padre por haberme educado de esa forma, si fue la mejor no sé, pero la persona que soy se lo debo a eso, y a mi madre que siempre fue mi apoyo en el estudio, creo que deben ser las dos caras de la moneda en ciertos casos, ya que mi papá analfabeta era imposible que aprendiera solo con mano dura, aunque él siempre se sentaba conmigo después del trabajo a tratar de ayudarme en lo que fuera, más en los números, en lo que eran sumas, restas, multiplicaciones, mi papá siempre ha sido muy bueno para eso.

Mi madre era como en todos los casos la parte consciente que me defendía cada vez que mi padre iba a utilizar la “verduga”, la que sentaba y me explicaba todo hasta que entendía, una y otra vez durante todos los años escolares hasta once. Y a mi madre le debo mucho, ya que debido a mí se salió del trabajo para dedicarse al hogar.

En primero de mi año escolar ocupé el primer puesto y me felicitaron demasiado, mis abuelos, mis tías y tío, debido a que todavía era el primer nieto y sobrino, recibí algunos regalos y eso sí incentiva, ahora un poco más lo relaciono con el estímulo respuesta planteado por Ivan Pavolv, que si mis familiares lo conocían, no, claro que no, él era lo que para él somos mi familia, nada, no existíamos en su noción, ahora entiendo muchas cosas que antes solo divagaban por mi mente.

En segundo primaria a mis siete años fue parecido a repetir la historia un excelente alumno, tal vez un hecho que me marcó, no fue escolar, fue del común, de la vida que llevábamos en Bucaramanga, desde ahí comprendí que la vida es más dura para los padres que para uno, mi padre consiguió un trabajo de bodeguero en Distarves una empresa grande que maneja alimentos básicamente pollos, y sus derivados, huevos, salchichas, mortadela, etc. Él vivía prácticamente en el enfriador a temperaturas muy bajas y debido a eso se enfermo primero de la cintura y luego el frio empeoró el dolor, salió de ahí y sin ninguna indemnización, sin trabajo y duramos cierto tiempo viviendo de la bondad de los dueños de la casa donde vivíamos, el señor se llamaba don Roso y tenía una panadería, ahora me causa risa, pues jamás faltó el pan en la mesa, además íbamos a una iglesia extraña llamada cuadrangular, ubicada en la carrera 27 con avenida González Valencia, que pues aparte de tener solo ganancias ayudaban a personas con problemas económicos con mercados todos los domingos, a esa iglesia iba don Roso con la mano izquierda más pequeña y atrofiada que la derecha y con su otra mano sostenía la biblia evangélica negra y danzaba, aspecto que no me hacía gracia.

Algo bueno entre todo lo que sucedió, es que allá duramos dos años, a los siete años cursando segundo primaria todo iba bien, es más mejor, me dieron beca por ser el alumno sobresaliente en toda la escuela y mis papás para fortuna no tuvieron que pagar la matrícula que no era costosa, porque era público, mas era una gran ayuda en esos momentos. Bien en mi corta edad de nueve años estaba en la casa de don Roso con sus tres hijas que crecían rápidamente, ellas todas mayores que yo entre uno dos y tres años, juagábamos inocentemente a muchas cosas, escondidas, lleva, congelados, etc.

Una mañana como cualquier otra armé una especie de búnker en el sofá grande que teníamos, quitando los cojines y poniéndolos encima, jugaba solo cuando llegó lo que iba a ser la razón de mi vida desde ese día, la belleza femenina, empezamos a jugar al dentista yo era el odontólogo y ellas las pacientes, entraba una y luego otra al búnker, de repente sin tener memoria de cómo hice, Angélica la intermedia entre las otras dos hermanas, me beso o bueno picos, como se llama, la verdad solo me acuerdo de eso, no muchos detalles, enseguida una de las hermanas se dio cuenta por uno de los tantos huecos que tenía mi fortín.

Qué pasó se fue a poner acusaciones o tal vez a gritar o tumbar lo que había hecho con tanto esmero para jugar, ninguna de esas opciones, simplemente fue la siguiente en entrar y me dijo que le hiciera lo mismo, asustado y lleno de nervios negaba lo que ella decía, y ahí se formó el problema, “le voy a decir a mi mamá”, repetía con voz suave endulzando mi oído con extrañas sensaciones, y sin más ni más de nuevo estaba dando picos, y así sucedió una y otra vez con las dos hermanas, menos con la menor. Y uno siempre quiere más y al decirle a ella se terminó el juego, los cojines volaron por lado y lado en un mar de rabia de mi parte, sin acordarme aún por qué, y desde ahí no volví a jugar con ellas, y sí creo que eso afectó en algo mi vida, en qué, solo digamos que desde que yo lo sepa está bien.

Bueno parece que el siete fue mi año más movido nos pasamos al frente a un pequeño edificio y como dicen al caído caerle, vi la soledad de cerca muy cerca, mi madre tuvo un embarazo ectópico, sin saber qué era eso, recuerdo que llegó la señora esposa de don Roso, Olga, a recogerme en el colegio, porque ese año fue aprobado para pasar de escuela a colegio y dar bachillerato, eran las cinco y media de la tarde cuando no vi a mi madre como de costumbre, de repente ella no aparentaba nada, todo parecía normal. Al llegar a mi casa encontré un ambiente extraño vivíamos en un apartamento en el último piso, es decir, el tercero. Llegó mi papá preocupado, asustado y con los ojos llorosos, habló con doña Vylma la señora que vivía en el apartamento y dueña de este, enseguida me bajó y me dejó en donde estábamos antes, la casa de don Roso, ahí volví a ver a sus tres hijas que me hablaron con un tono tenue y frágil, sabía que algo andaba mal.

Mi padre se marchó rápidamente y quedé a merced del tiempo, tarde en la noche me recogió estaba medio dormido pero aun así observaba lágrimas en el rostro de mi progenitor, días más tarde de no ver a mi madre, llegó una señora llamada Diva era de Ocaña mi pueblo, una señora agradable, buena gente y al otro día llegó mi madre con la cara lívida y la mirada perdida con una sonrisa en la mejilla cuando me vio que opacaba lo mal que estaba.

Todo salió bien mi madre me explicó lo que había sucedido y años más adelante comprendí que está viva de milagro, y todo lo que vivió mi papá, para que se mejorará, como buscar plata, ya que no teníamos seguro por la falta de dinero, y la ayuda divina que sí creo que exista, mi papá fue adoptado a los cinco años por una familia adinerada de Ocaña los Hernández, y fue por el doctor Hernández que mi papá tuvo una familia, pues, no como uno quisiera, ya que era más un criado que un hijo adoptivo, y ahí conoció a Libardo, hijo natural del doctor, y consiguió una amistad, esa que treinta años más adelante logró que mi madre este viva, él fue el que la anestesió y bajó todos los costos de la operación, para que saliera gratis, solo los medicamentos que eran costosos fue lo que agobió a mi padre. Todo se relaciona y maneja un hilo conductor que en algún punto vuelve y se encuentra como en este caso, dos personas diferentes criadas en el mismo hogar.

Al fin todo volvió hacer como antes la familia unida, de ahí nos volvimos a mudar de casa o mejor de habitación, somos parecidos a los nómadas, pasábamos de allí para allá, de casa en casa, lo único bueno de eso es que cambiamos de ambiente, no siempre es el mismo, y lo malo correr cada vez que nos pedían el lugar de residencia.

Al año siguiente en tercero primaria también me gané una media beca por ser buen alumno, y todo era normal a mis ocho años, fue un año bueno empecé a salir a trabajar con mi padre, él inicialmente era ayudante de una camioneta o varias de la empresa Telecarga, que aún existe, luego de un año alguien le dio la oportunidad de manejar una camioneta de estacas, me acuerdo que era una Toyota beis y yo iba a veces a llevarle el almuerzo con mi madre.

En ese trabajo de mi padre tuve las mejores aventuras de mi vida, aquellas que jamás se olvidan, y las que quisiera volver a vivir. Una de ellas fue salir a una vereda cercana a Sabana de Torres a llevar a unas personas a las partida del año 1998 no existía la restricción de no poder llevar personas en la carrocería de las camionetas. La cuestión trataba de una carretera mala y por la lluvia se había derrumbado el puente así que mi padre improvisó junto con los pasajeros e hicieron un puente de troncos, así es, y el abismo siempre era grande pensaría que unos veinte metros, en ese viaje ya mi papá había cambiado de patrón y manejaba una camioneta Mazda y todos se bajaron menos el conductor, mi progenitor y yo, me quedé en la parte de atrás, mi madre le había dicho que no lo hiciera, pero ya era tarde observaba como patinaban las llantas que eran un poco más delgadas que el tronco, y los nervios pasaron a crear un vacío en mi estómago, mientras mi papá con los nervios de acero terminaba de cruzar victoriosamente siendo aplaudido por las personas que estaban allí, me sentía orgulloso.

Al regresar lo increíble es que ese puente provisional no solo nos sirvió a nosotros sino a mucha gente que iba al pueblo e hizo la misma hazaña de mi padre, nosotros también para regresar pasamos de nuevo por el “puente de la imaginación” como lo llamo desde ese día y me enseñó que cuando no hay más camino, cuando estás fuera del otro lado, siempre podrás cruzar gracias al puente que me hizo mi padre.

Demasiados viajes hicimos en los cuales tragué moscas o m picaron abejas, o cualquier cantidad de bichos, en la cara, por irme atrás en la carrocería, jamás olvidaré una que me dio justo en el labio y mis padres en una pronta reacción me dijeron orine, orine, y sin saber para qué oriné y sorpresa el remedio era pasar los orines por el lugar infectado.

Sí, funcionó. En el año 1999 nació mi hermano Juan Esteban Pérez Chinchilla, hijo de Vianny Chinchilla Ortiz y Mario Antonio Pérez Carrascal, mis padres. Tenía nueve años cuando llegó mi hermano, causa de varias regañadas que me hicieron saber que ya no era el único niño en la casa, así pasaron dos años y llegó mi hermana Viviana Andrea Pérez Chinchilla, no sé por qué las familias humildes les gusta tener tanta familia, se que el mínimo está en más o menos seiscientos mil pesos, que no alcanza y multiplicado por cuatro es una suma buena, pero no, esa teoría preferí abandonarla, creo que es no ser consciente de un futuro, que si los hijos son bendiciones, puede ser aunque no comparto tanta bendición, todo en exceso es malo.

A la edad de trece años en octavo mi vida dio un giro, después de ser un estudiante excelente, todo bajo y cambió en octavo grado gracias a una profesora de sociales que me hizo entender que en ocasiones el corazón se pierde con la edad, quizá con las experiencias vividas, fue el año más terrible de mi vida y no solo la mía pues un año atrás a mi papá le accidentaron el carro, una camioneta Renault Break 12, que conseguimos con tanto esfuerzo, y para que la deuda del banco que adquirimos para la compra del carro, no lo quitará, mi papá empezó a madrugar desde las dos de la mañana hasta las seis de la tarde, para conservar el carro y mantener la familia, hasta nuestros días es algo habitual su horario y el cansancio que sus ojos demuestran después de diez años se plasma en su mirada.

Luego del accidente quedó mal reparado y ahorro todo un año para ponerlo bien bonito, mi papá quiere demasiado el carro, tal vez por ser el primero totalmente de él, así que estábamos otra vez alcanzados de dinero, pero vivíamos con lo suficiente.

Ese mismo año en el 2003 conocí lo que viene a ser mi mejor amigo, ¿cómo? Jugando con una pelota en la calle siendo los postes el arco, pero hoy en día entiendo que en ese año no podía tener algo de bueno quizá en cierto punto es algo que se asemeja a la relatividad, en cierto tiempo fue una amistad sincera y desinteresada, pero ahora cambió por una rivalidad entre quién es mejor y quién no, donde el que siempre calla soy yo, y a veces con tal de ser el mejor se hunde a la otra persona con bombardeos simultáneos y silenciosos, de los cuales solo la otra persona piensa que uno no sabe, gran error, a eso me refiero con lo relativo, mientras él hace eso por su lado, solo espero con el ruido del silencio en mi nuca para dar el paso final, y en este tiempo solo he utilizado esta frase de mi autoría: “Cuando los pájaros vuelan no es que escapen de la realidad solo la miran desde arriba. Cuando los peces nadan no es que traten de estar más inmersos en otro universo, solo la miran con otros ojos. 
Cuando un humano recorre distancias no es que le tema a la realidad solo quiere rodearla. Y cuando yo miro la realidad prefiero ser ciego para así no conocer la verdad”. En eso se resume lo que se supone es una gran amistad de ocho años.

En décimo grado me hice amigo de la profesora de filosofía, hice algunos ensayos que le gustaron mucho y sin pensarlo me inscribió en un concurso de filosofía, donde fui con todos los nervios del mundo y gané el primer puesto.

En once continué escribiendo no solo ensayos, también frases y avancé a la poesía donde creo que estoy mejor, sin saber todavía si sea buena o mala, tengo pocos críticos, tres amigos, mis padres y ya.

Me gradué con una mención por el concurso de filosofía hice mi primaria y secundaria en el mismo colegio, y me siento orgulloso de él. Hice grandes amigos que visito después de cuatro años. Adquirí una complicada vida sentimental sin saber por qué, y pasé desapercibido por la mayoría de estudiantes del colegio, mas no para los profesores.
Inicié mis estudios universitarios en la UIS a mis diecisiete años segundo semestre y continúo cultivando mis escritos.

Esa es mi vida hasta ahora Mario Andrés Pérez Chichilla con el seudónimo “MAPCH”, a y se me olvidaba trabajo para poder estudiar como mencioné de mesero en una casa de eventos y en un restaurante.

No es solo mi vida es lo que se ha ido construyendo a lo largo del tiempo, es eso que cada persona me ha regalado con cada minuto o segundo que me aporta, soy una construcción de todos expresada a mi manera.

MAPCH        





  

lunes, 28 de marzo de 2011

¿Se aprende a leer?


Tomando como base el texto de Bruno Bettelheim y Karen Zelan, “Aprender a leer”, encontramos muchas controversias de qué es lo que se hace en el proceso de enseñanza hacia la lectura, si se enseña a leer o a codificar una palabra por medio de la repetición, mas no a interpretar su significado. Claro está que para llegar a ello hay otras etapas que no son viables para el educando, empezando porque la educación es se ha vuelto una empresa muy rentable, donde se mira más los intereses de los educadores que de los educandos en algunas ocasiones.

Un factor crucial para la enseñanza es el primer día de clases para un alumno donde se crean las bases para la formación del niño a lo largo de su proceso de aprendizaje además no solamente en el ámbito escolar, sino, en relación con el mundo; pero cómo influye esto con aprender a leer, muy sencillo si en estos primeros años de escolarización el niño se siente bien triunfará de ahí en adelante, por el contrario si no se siente conforme fracasará, no solamente en la etapa escolar, también con la sociedad debido a que la escuela es la que crea el concepto de sociedad en el infante.

Aparece el encuentro del educando con el docente el cual es una influencia decisiva para él, en él se encuentran los resultados del proceso de enseñanza, los trabajos que van bien satisfacen al estudiante, y los que no son tan buenos dan como consecuencia culpar al sistema o al docente, es en estos primeros años de escolarización donde saber leer marca el destino del estudiante en su proceso académico. El docente debe presentar la lectura y literatura de tal modo que pueda enseñar a leer su valor y significado, si se logra mantener el interés del estudiante a la lectura será más fácil aprender a leer.

Una de las causas que el educando crea que leer es aburrido y tedioso es la repetición de palabras en los textos, el infante entra a un mundo mágico de lectura cuando no conoce el sentido de las palabras y los va asimilando, pero cuando no hay palabras nuevas y todo es repetición se vuelve una codificación sin sentido de la lectura, la enseñanza presenta un problema de gran magnitud, el estudiante no sabe por qué las palabras se escriben así, qué lleva y qué no lleva tilde o acento solo lo ponen porque sí y de manera repetitiva, es la forma para grabar la imagen de la palabra. De igual modo cuando la lectura es impuesta, por obligación se pierde el interés de leer el texto.

Otro aspecto que empeora la situación de lectura son las cartillas con malos ejercicios de aprendizaje y sigue el papel de la repetición donde se continúa matando el entusiasmo de leer; de esta forma se está consiguiendo una codificación de la información, no una interpretación que es lo ideal. Al realizarse unas entrevistas a los estudiantes se logró obtener información del error que se está cometiendo al dejar las lecturas que carecen de historias verdaderas, es decir, todo es perfecto; no es posible confrontar un texto con la vida cuando se conoce de antemano que el escrito va a terminar como comienza bien; de ahí que se prefieran otros tipos de lectura que vaya más con situaciones reales, vividas por el lector en algunos aspectos.

La educación se está volviendo un método de codificación y de poca atención hacia el educando, las cartillas son elaboradas con el fin de facilitar la comprensión de las lecturas y los trabajos, hasta el punto de creer a los estudiantes incapaces de pensar, dando como resultado que el pupilo piense que se le cree de poca capacidad intelectual y este factor a la vez es un negocio para las editoriales que hacen las cartillas. De repente aparece una herramienta supuestamente de ayuda para la comprensión del texto, las imágenes, que se vuelven un distractor de la lectura hasta el punto de interpretar el texto por medio de los dibujos, mas no por el contenido cometiendo un erro peor, convirtiendo la lectura en un segundo plano, ya que en primera instancia se observa la gráfica y por último el texto.

Es imprescindible que la lectura sea fomentada de una manera amena tanto para el docente como para el educando así menciona, Anne Sullivan, enseñar de manera aburrida complica el aprendizaje de todo lo que se desea mostrar, la mejor forma de aprender a leer es empezar desde los primeros grados de escolaridad, para tener unas bases solidas y también teniendo en cuenta las necesidades del educando y sin creer que son incapaces de leer cosas nuevas, para no quedarse estancado en las mismas 470 palabras hasta por dos años, la lectura brinda la posibilidad de interpretación y conocimiento del mundo, de ir más allá de lo evidente.